MEDALLA DE SAN BENITO 3 cm.
3,30 €
MEDALLA DE SAN BENITO
3 cm. Metal plateado
La
medalla de San Benito, propagada en todo el mundo hace más de 300 años,
especialmente por los monjes benedictinos, es célebre por su eficacia
extraordinaria en el combate contra el demonio y sus manifestaciones; en
la defensa contra maleficios de todo género, contra enfermedades,
especialmente las contagiosas, contra picaduras de serpientes y otros
animales ponzoñosos; en la protección de animales domésticos, vehículos,
etc.
Repetidas veces aprobada y alabada por los Papas, la
medalla de San Benito, que une a la fuerza exorcizante de la Santa Cruz
del Redentor –la señal de nuestra salvación– el recuerdo de los méritos
alcanzados por la santidad eximia del gran Patriarca San Benito, es sin
duda muy indicada para los fieles católicos.
La imagen de la Cruz representada en la medalla
Basta
al cristiano considerar brevemente la virtud soberana de la Cruz de
Jesucristo, para comprender la dignidad de una medalla en la cual está
representada.
La representación de la Cruz despierta en nosotros
todos los sentimientos de gratitud para con Dios, por el beneficio de
nuestra salvación.
La Cruz causa terror a los espíritus malignos,
que siempre retroceden ante ella, y apenas la ven se apresuran en
soltar su presa y huir. Así pues, nuestra medalla, que representa en
primer lugar la imagen de la Cruz, está en perfecta armonía con la
piedad cristiana, y ya sólo por este motivo es digna del mayor respeto.
La imagen de San Benito representada en la medalla
La
honra de figurar en la misma medalla junto con la imagen de la Santa
Cruz fue concedida a San Benito con la finalidad de indicar la eficacia
que tuvo en sus manos esta señal sagrada. San Gregorio Magno, que
escribió la vida del Santo Patriarca, nos lo representa disipando con la
señal de la Cruz sus propias tentaciones, y quebrando con la misma
señal hecha sobre una bebida envenenada, el cáliz que la contenía,
quedando así patente el perverso designio de los que habían osado
atentar contra su vida. Cuando el espíritu maligno, para aterrorizar a
los monjes, les hace ver el Monasterio de Montecasino en llamas, San
Benito desvanece ese prodigio diabólico haciendo la misma señal de la
Pasión del Salvador sobre las llamas fantásticas. Cuando sus discípulos
andan interiormente agitados por las sugestiones del tentador, les
indica como remedio trazar sobre el corazón la imagen de la Cruz. Por
todo ello, es lícito concluir que era muy conveniente reunir en una sola
medalla la imagen del santo Patriarca y la de la Cruz del Salvador.
Esto
queda aún más claro al considerar que los dos grandes discípulos del
siervo de Dios, San Plácido y San Mauro, cuando realizaban sus
frecuentes milagros tenían la costumbre de invocar junto con el auxilio
de la Santa Cruz, el nombre de su santo Fundador, y así consagraron,
desde el principio, la piadosa costumbre expresada más tarde por la
medalla.
Los caracteres que se leen en la medalla
Además
de las imágenes de la Cruz y de San Benito, la medalla trae también
cierto número de letras , cada una de las cuales representa una palabra
latina. Las diversas palabras reunidas tienen un sentido que manifiesta
la intención de la medalla: expresar las relaciones que existen entre el
santo Patriarca Benito y la Santa Cruz; y al mismo tiempo, poner al
alcance de los fieles un medio eficaz de emplear la virtud de la Santa
Cruz contra los espíritus malignos.
Esas letras misteriosas se
encuentran dispuestas en la cara de la medalla en que está representada
la santa Cruz. Examinemos, en primer lugar, las cuatro colocadas entre
los brazos de dicha Cruz:
C S
P B
Significan:
Cruz Sancti Patris Benedicto; en castellano, Cruz del Santo Padre
Benito. Esas palabras explican el fin de la medalla.
En la línea vertical de la Cruz se lee:
C
S
S
M
L
Lo que quiere decir: Cruz sacra sit mihi lux; en castellano, La Cruz sagrada sea mi luz.
En la línea horizontal de la misma Cruz, se lee:
N. D. S. M. D.
Lo que significa: Non draco sit mihi dux; en castellano, No sea el dragón mi guía.
Reuniendo
esas dos líneas se forma un verso pentámetro, mediante el cual el
cristiano expresa su confianza en la Santa Cruz, y su resistencia al
yugo que el demonio querría imponerle.
Alrededor de la medalla
existe una inscripción más extensa, que presenta en primer lugar el
santísimo nombre de Jesús, expresado por el monograma bien conocido: I.
H. S. (En el modelo más conocido de la Medalla de San Benito el
monograma I. H. S. fue reemplazado por el lema benedictino PAX; en
castellano, Paz). Vienen después, de derecha a izquierda, las siguientes
letras:
V. R. S. N. S. M. V. S. M. Q. L. I. V. B.
Estas iniciales representan los dos versos siguientes:
Vade retro satana; nuncuam suave mihi vana
Sunt mala quae libas; ipse venena bibas.
En castellano: Apártate, satanás; nunca me aconsejes tus vanidades, la bebida que ofreces es el mal: bebe tú mismo tus venenos.
Tales
palabras se supone que fueron dichas por San Benito: las del primer
verso, con ocasión de la tentación que sintió y de la cual triunfó
haciendo la señal de la Cruz; las del segundo verso, en el momento en
que sus enemigos le presentaron una bebida mortífera, hecho que puso al
descubierto bendiciendo con la señal de la vida el cáliz que la
contenía.
El cristiano puede utilizar estas palabras cuantas
veces fuere asaltado por tentaciones e insultos del enemigo invisible de
nuestra salvación. El mismo Jesucristo Nuestro Señor santificó las
palabras Vade retro, satana –Apártate, satanás– y su valor es cierto,
una vez que el propio Evangelio nos lo asegura. Las vanidades que el
demonio nos aconseja son las desobediencias a la ley de Dios, las
pompas y falsas máximas del mundo. La bebida que el ángel de las
tinieblas nos presenta es el pecado, que da muerte al alma. En vez de
aceptarla, devolvámosle tan funesto presente, ya que él mismo lo escogió
como herencia suya.
Basta que alguien pronuncie con fe tales
palabras, para sentirse inmediatamente con fuerzas para arrostrar todas
las embestidas del infierno. Aun cuando no conociéramos los hechos que
demuestran hasta qué punto satanás teme esa medalla, la simple
consideración de lo que representa y expresa, bastaría para que la
consideráramos una de las más poderosas armas que la bondad de Dios puso
a nuestro alcance contra la malicia diabólica.
Uso de la medalla de San Benito
No
ignoramos que en este siglo mucha gente considera que el demonio es más
bien un ser imaginario y no real; y así, puede parecer extraño que se
acuñe y se bendiga una medalla, empleada como protección contra los
ataques del espíritu maligno. Sin embargo, las sagradas Escrituras nos
ofrecen innumerables pasajes que dan una idea del poder y la actividad
de los demonios, así como de los peligros de alma y cuerpo a que estamos
continuamente expuestos por efectos de sus celadas. Para aniquilar su
poder no basta ignorar a los demonios y sonreír cuando se oye hablar de
sus operaciones. No por eso dejará de continuar el aire siempre lleno de
legiones de espíritus de malicia, conforme enseña San Pablo; y si Dios
no nos protegiese, aunque casi siempre sin que lo sintamos, por el
ministerio de los Santos Ángeles, sería para nosotros imposible evitar
las innumerables celadas de estos enemigos de toda criatura de Dios.
Ahora
bien, el poder de la Santa Cruz contra satanás y sus legiones es tal,
que la podemos considerar un escudo invencible que nos hace
invulnerables a sus flechas.
Concluimos entonces cuán ventajoso
resulta emplear con fe la medalla de San Benito en las ocasiones en que
más temamos los embustes del enemigo. Su protección, no lo dudemos, será
eficaz contra todo tipo de tentaciones. Numerosos e innegables hechos
señalaron su poderoso auxilio en miles de circunstancias en las cuales, o
por acción espontánea de satanás, o por efecto de algún maleficio, los
fieles estaban a punto de sucumbir ante un peligro inminente. Podremos
igualmente emplearlo a favor de otros, como medio de preservación o de
liberación, en previsión de los peligros que deban afrontar.
A
menudo nos amenazan accidentes imprevistos, en tierra o en mar; si
llenos de fe llevamos con nosotros la medalla, seremos protegidos. No
hay circunstancias de la vida humana, por más materiales que fueren, en
que ya no se haya manifestado por su intermedio, la virtud de la Santa
Cruz y el poder de San Benito. Así, espíritus malignos, en su odio
contra el hombre, embisten contra los animales empleados en su servicio,
contra los alimentos que deben sustentar la vida; su intervención
maléfica es muchas veces la causa de las enfermedades que padecemos;
ahora bien, prueba la experiencia que el uso religioso de la medalla,
acompañado por la oración, opera muchas veces el cese de las celadas
satánicas, y un notable alivio en las enfermedades, y a veces hasta una
curación completa.
Deja un Comentario